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«La modernidad no es acabar con el pasado, sino entenderlo y ponerlo en valor». Màrius Carol

«El novelista egipcio Naguib Mahfuz, que fue premio Nobel de Literatura, escribió que el pasado es el opio de los sentimentales. En Oriente, el tiempo tiene su propia cadencia y la melancolía, más que una droga, resulta un alimento del alma. No sucede igual en este lado del mundo, donde la vida transcurre a tal velocidad que, para experimentarla, necesitamos cazar un instante y concentrar en él un aroma, una fotografía o una canción. La nostalgia ya no es lo que era, tituló su autobiografía Simone Signoret, aclarándonos que quizás un día acabemos por sentir añoranza de la añoranza.

Este 2014 acaba la prórroga de veinte años prevista por la ley de Arrendamientos Urbanos, que pone fin a los alquileres comerciales de renta antigua, y un centenar de establecimientos de larga tradición pueden desaparecer. Ayer la portada de este diario alertaba del cierre del histórico colmado Quílez, toda una institución barcelonesa. Hoy en las páginas de Vivir se explica que otros locales entrañables, como la chocolatería Fargas o la pastelería La Colmena, están seriamente amenazados. Este último establecimiento tiene para mí un componente proustiano: me atrevería a escribir sobre la felicidad con los ojos de aquel niño que fui, a quien su padre compraba allí caramelos de sabores insospechados.

El alcalde Trias, a petición de la oposición municipal, ha decidido tomar cartas en el asunto. Por nostalgia, pero, sobre todo, por sentido de la responsabilidad. Una ciudad es un millón de cosas, como clamaba el poeta de la radio. Más allá de las tiendas de las multinacionales, las metrópolis son sus establecimientos tradicionales, en los que se reconocen sus habitantes y que fascinan a los turistas. La modernidad no es acabar con el pasado, sino entenderlo y ponerlo en valor.»

Màrius Carol a La Vanguàrdia. 1 de febrer de 2014